El Presidente Gustavo Petro entregó tierras de Mancuso y Macaco a mil familias campesinas de Córdoba. “Hay que reelegir la reforma agraria”, dijo en su visita este viernes a Tierralta, Córdoba, en el Alto Sinú.
Veintidós años transcurrieron para que un Gobierno le devolviera las tierras a campesinos del departamento de Córdoba, que les fueron arrebatadas, a sangre y fuego, por los ejércitos paramilitares, encabezados por Carlos Castaño y Salvatore Mancuso.
En Tierralta, en donde se adelantaron en 2003 los diálogos en el corregimiento de Santa Fe de Ralito, entre los paramilitares y el gobierno de Álvaro Uribe, el presidente de la República Gustavo Petro les entregó este viernes 8 de agosto, a mil familias campesinas de 12 municipios cordobeses, 6.500 hectáreas de tierra, entre las que se encuentran 3.010 hectáreas que estuvieron en manos de Salvatore Mancuso; Carlos Mario Jiménez, alias “Macaco”, y alias “Nico”.
La mayoría de esos extensos terrenos hacían parte del Fondo de Reparación a Víctimas y de bienes administrados por la Sociedad de Activos Especiales, SAE. Otras, son el resultado de procesos agrarios que llegaron a feliz término. Además 660 hectáreas fueron compradas a particulares.
A ritmo de son de marimbula, género palenquero de la costa Caribe, el jefe de Estado fue recibido en Tierralta por más de cuatro mil campesinos que lo esperaban en el Centro de Integración Ciudadana, CIC, un pequeño coliseo cubierto, donde los niños juegan fútbol en las tardes y la comunidad usa para eventos especiales.
La otrora canción “Esta tierra no es mía”, del sexteto Tabalá de San Basilio de Palenque, que narra y describe el desalojo de los campesinos dueños de las tierras donde se instalaron ingenios azucareros en los años 40, en el siglo pasado, fue adaptada por el conjunto Son del Amanecer, agrupación artística de Tierralta:
“Esta tierra sí es mía,
Esta tierra sí es mía porque Petro me la entregó,
Esta tierra la siembro yo.
Llegó el gobierno del cambio,
Está cumpliendo promesas,
Ahora sí tenemos tierra,
pa’ sembrar con la cosecha”.
Las voces y las tamboras se escuchaban a la lejanía como un canto de libertad. La canción fue interpretada al ingreso del mandatario al coliseo, donde las caras alegres de los campesinos, víctimas del conflicto, líderes sociales, autoridades civiles, de policía, jóvenes llenos de vida y viejos con la piel marcada por el paso del tiempo, expresaban la trascendencia del momento.
Los campesinos de La Apartada, Tierralta, Valencia, Pueblo Nuevo, Buenavista, Montería, Chimá, Cotorra, Purísima, Lorica, Sahagún y Planeta Rica, que día y noche vieron pasar por sus predios filas interminables de hombres y mujeres armados, y fueron testigos de tres procesos de paz en los últimos 40 años (EPL, AUC y las FARC), expresaron su gozo por sentirse escuchados, por fin, por un gobierno que se acordó de ellos y atendió sus ruegos de reparación y justicia: el Gobierno del Cambio les devolvió 6.500 hectáreas que les había despojado la ilegalidad armada con amenazas, extorsión, chantaje, desplazamiento y, lo peor, el asesinato de sus seres queridos.
Fue una época de terror que hoy preferirían olvidar, aunque es imposible dejar atrás las huellas marcadas en el alma por quienes masacraron al pueblo con la ayuda de una clase política corrupta que se alió con el delito.
Entre las tierras entregadas se encuentran las 126 hectáreas que comprenden el predio El Deseo, que tomó Rogelio Oquendo Madrid; las 1.955 hectáreas de la Hacienda La Palmira, en el municipio de Pueblo Nuevo, que usurparon alias Macaco y alias Nico.
También fue devuelta la Hacienda La Macarena, en Tierralta, que ocupó Salvatore Mancuso, con una extensión de 929 hectáreas.
Con estas tierras se llega a la histórica cifra de 38 mil hectáreas que el Gobierno del Cambio le entrega a los campesinos de Córdoba para la Reforma Agraria. La instrucción del Presidente a la Agencia Nacional de Tierras (ANT) es acelerar, para alcanzar, al final de su mandato la cifra de 200 mil hectáreas, solo en ese departamento.
“Gracias a Dios llegó nuestro presidente Gustavo Petro para darnos el puesto que merecemos, como uno de los sectores sociales más importantes de este país, especialmente a la mujer”, reconoce la senadora campesina por el Pacto Histórico, Catalina Pérez, oriunda de la región y quien desde 1970, siendo muy joven, se vinculó a las luchas por la defensa de sus territorios.
A su turno, William Mercado, de la Alianza Maragón, reconoció la labor de la ANT y del Gobierno Nacional porque “fue este presidente el que se propuso un plan de gobierno y hoy nos está cumpliendo a los campesinos. Yo doy fe de esas tierras que hoy disfrutamos. Por ejemplo, hemos recogido maíz, yuca, ñame para vender, para el alimento de muchos compañeros colombianos”.
El Jefe de Estado instó a los gobiernos que están por venir que sigan su ejemplo. “La mejor fórmula contra los cultivos de coca es la reforma agraria”, les dijo a los asistentes y les recordó que fue un presidente de Estados Unidos, John F Kennedy, el primero en plantear el aprovechamiento de las tierras fértiles en América Latina y por eso en Colombia se creó el Instituto Colombiano para la Reforma Agraria, INCORA, que desapareció hace décadas.
Es la segunda ocasión que el Presidente visita Tierralta. Nunca como congresista o candidato presidencial pudo llegar hasta allí. La primera vez fue el pasado 20 de marzo de 2024. En esa ocasión recordó y reconoció los esfuerzos que hicieron Alberto Lleras Camargo y Carlos Lleras Restrepo por adelantar una reforma agraria en Colombia. También evocó a los primeros líderes sociales que alentaron, por allá en 1916, a los campesinos a organizarse para luchar por sus derechos: Vicenzo Adamo, Manuel Hernández “El Boche” y Juana Julia Guzmán. Así empezó en Colombia, dijo, la organización campesina para luchar por la tierra.
Casi 110 años después de las primeras revueltas lideradas por Adamo, “El Boche” y Juana Julia, otro campesino, Ángel Fuentes de la Asociación Campesina Azocampati, resume este nuevo momento: “El presidente Petro es el único presidente que ha tenido que ver con la clase campesina y danto todo por los campesinos para que cultiven la tierra. Estamos muy agradecidos con él”.
Cuando el presidente Petro salió de Tierralta llevaba en la cara una sonrisa imborrable. Sabía que allí, ante los campesinos y víctimas, había dejado la vara alta. “Hay que reelegir la reforma agraria”, dijo en su discurso. Y los asistentes asintieron ese mandato, mientras pensaban en las cosechas futuras que sus manos recogerán en esas tierras que la violencia sembró de dolor hace unas décadas y, ahora, el presidente Petro había regado de esperanza.