Recientemente, hemos sido testigos de un fenómeno inquietante en la política colombiana: la presencia de varios alcaldes de ciudades importantes en Estados Unidos realizando gestiones que, por su naturaleza, deberían ser competencia exclusiva del presidente de la República. Esta situación no solo denota una improvisación en la gestión pública, sino también una falta de claridad en la estructura del Estado y sus funciones. Los alcaldes que fueron son Federico Gutiérrez de Medellín y Alejandro Eder de Cali.
Los alcaldes, como líderes locales, tienen la responsabilidad de atender las necesidades y prioridades inmediatas de sus comunidades. Sin embargo, al embarcarse en viajes internacionales para negociar o gestionar asuntos que son de la competencia nacional, se desvirtúa el papel que deben desempeñar. Su presencia en el extranjero para tratar temas que deberían ser abordados desde el Ejecutivo central no solo crea confusión, sino que además genera un vacío en la coordinación necesaria entre diferentes niveles de gobierno.
Es fundamental recordar que la diplomacia y las relaciones internacionales son áreas sensibles que requieren de un enfoque estratégico y coherente. El hecho de que alcaldes asuman una función que le corresponde al presidente puede llevar a una fragmentación en la representación del país. Esto no solo debilita la voz de Colombia en el exterior, sino que también puede dar pie a conflictos de intereses y malentendidos que afecten nuestras relaciones bilaterales.
Además, estas acciones pueden interpretarse como un síntoma de la ineficacia del liderazgo presidencial. Si los alcaldes sienten la necesidad de actuar en solitario para buscar apoyo internacional, es indicativo de una carencia en la articulación de políticas públicas que aborden las problemáticas locales desde una base nacional. Esta realidad cuestiona la capacidad de la administración central para establecer diálogos productivos con los gobiernos locales.
Por otro lado, esta tendencia puede resultar contraproducente. Los recursos que se emplean en estos viajes podrían ser mejor utilizados en proyectos que beneficien directamente a las comunidades. Mantener un enfoque local que funcione de manera armónica con la política nacional es esencial para lograr un desarrollo integral y sostenible.
En conclusión, es vital que tanto los alcaldes como el gobierno nacional reevalúen sus roles y responsabilidades. La gestión pública efectiva depende de una clara delimitación de competencias y de una colaboración entre las diferentes instancias del Estado. Solo así podremos garantizar que las decisiones que afectan a nuestras ciudades se tomen de manera responsable y coordinada, en beneficio del progreso colectivo y del bienestar de todos los colombianos.